EN EL PRINCIPIO FUE… EL AZAR
Desde el chispazo de la vida, todos los organismos se han ido
estableciendo (evolución, adaptación) guardando un orden con el mundo mineral y
químico (suelos, aguas, climas,…), con los microorganismos (bacterias,
hongos,…) y con la situación de la Tierra en el Universo (movimientos de
rotación, translación, gravitación, órbitas, meteoritos,...). Aparenta un
equilibrio fortuito, frágil, continuo e impredecible, que transcurre en
millones de años.
Todo este proceso, con códigos que desconocemos en gran medida, hasta la
llegada de las ciencias, únicamente se explicaba (y aún continúa) con dioses y
fuerzas superiores (mitologías, religiones,…).
Yo deseo, pienso y creo que somos átomos de estrellas y a ellas
volveremos en un viaje, en una odisea misteriosa.
El origen de la especie humana y
su evolución han alterado, y cada vez con más capacidad, este vulnerable
equilibrio.
Transitamos, a través del tiempo, las fases de manada, clan, tribu, ciudades,
naciones…. con diferentes comportamientos: lucha por el territorio, alianzas, esclavitud,
genocidios… Y guerras, guerras y continuamente guerras. Por religiones, por
fronteras, por los recursos… Guerras que deciden unos pocos (en beneficio
propio) para sufrimiento del resto de
las personas y demás seres vivos (animales y plantas). Y con las armas
actuales, también del agua, del aire, del clima…
La evolución social, igualmente, ha tenido sus propios recorridos, discordantes
en los distintos grupos humanos. En la actualidad, unos navegan hacia las
estrellas (sociedades técnicamente desarrolladas) y otros, aún, no conocen la
rueda (en la Amazonía).
Tenemos, en el subconsciente colectivo, la certeza de que somos, como
especie, lo más perfecto que ha creado
la Naturaleza. Creo que nos hemos transformado en un cáncer, en una bomba
descontrolada, en un cuerpo extraño que la afecta y enferma.
Debemos conocer el diagnóstico y examinar
las causas, buscar el tratamiento para su recuperación. O al menos para que no
empeore de forma irrecuperable.
EN EL AHORA ES…. EL DESCONCIERTO
La lucha por la supervivencia de todas las especies, de todos los seres
vivos, es instintiva y explicable desde la evolución; con un ritmo asumible y capaz de mantener un equilibrio
general. En un pulso para mantener la vida, la mejor existencia. La vida de
cada ser es única, cada segundo es irrepetible.
Hasta que llegó la humanidad y mandó parar. Y pusimos rumbo hacia nuestras apetencias, que no
necesidades. Y así nacieron la avaricia (Afán
de poseer muchas riquezas por el solo placer de atesorarlas sin compartirlas
con nadie) y la envidia (Sentimiento
de tristeza o enojo que experimenta la persona que no tiene o desearía tener
para sí sola algo que otra posee). Y de esta mezcla surgió la estupidez (Torpeza y lentitud notable para comprender
lo importante).
Esta estupidez suicida se manifiesta en muchos actos, a veces colectivos,
y, en otras, individuales. Ambos iguales de irresponsables y peligrosos y a los que hay que dar respuestas.
La supervivencia de nuestra especie, compartida con los demás seres, se
puede y debe asegurar con políticas económicas globales, sabias, justas y
sostenibles (energéticas, alimentarias, productivas, poblacionales…) y hábitos
sociales positivos (en consumo, sobre todo). Contra la estupidez: educación y ejemplos.
Contra la avaricia, leyes justas. Y contra la envidia, compasión.
No
será fácil ni rápido. Nos enfrentamos a molinos gigantes en esta quijotesca
ofensiva por salvar nuestro planeta. El mundo se estremece en manos de
psicópatas (sin empatías ni sentimientos sociales positivos), que dirigen la
banca, empresas, organismos internacionales,… y que intentan (con bastante
éxito) influir en los gobiernos (educación,
sanidad, energía, fiscalidad,…). Sólo para defender sus intereses, que son
insostenibles e irracionales. Donde la globalización va dinamitando los leves
intentos de poner coto a este atraco demencial.
La explosión demográfica y la gran complejidad del mundo actual
dificultan tomar decisiones globales.
En el otro lado de la balanza tenemos culturas, ciencias, comunicación,
tecnologías, inteligencias, conocimientos, sentimientos, instinto, curiosidad…
Si hemos sido capaces de crear la música, la literatura, las artes
plásticas, la política, el derecho, la medicina, la gastronomía, el humor… es
que algo funciona. Una parte del camino va en buena dirección. El chispazo
original aún destella. Intentarlo es parte de nuestra evolución.
EN EL DESPUÉS…. LA
INCERTIDUMBRE
La primera conquista de la mujer (o del hombre ¡vete a saber!) fue el
fuego. Y a su luz y calor nació la palabra. El susurro del viento, el rumor del
bosque, el latido de los animales fueron testigos de este prodigio. Con la
palabra nacieron las ideas. Las buenas y las malas.
Y la palabra es el arma más poderosa, porque no mata, sino transforma,
convence, hace dudar y nos bulle por dentro. Con las palabras ordenadas,
precisas, oportunas podemos transmitir la luz y el calor del fuego primigenio
que les dio vida. Podemos intentar que nuestro espíritu original, que nuestra
conexión con la Naturaleza se restaure y fluya en esa armonía maravillosa.
“Piensa global y actúa local”. Este lema me enganchó. Me obligó a
utilizar la palabra. En este escrito he intentado ser ordenado, preciso y
oportuno con las palabras para que mi pensamiento global tenga cuerpo. Es una
declaración de amor a la Naturaleza. Una pasión que sólo tiene futuro si es
contagiosa. Y en esas estoy.
Bueno, ahora nos queda el “actúa local”. Este actúa puede ser
individual, entregado, vehemente. Es necesario e imprescindible, pero no
suficiente. Nos tenemos que organizar, compartir, estudiar, ayudarnos, luchar,
sentarnos junto a algún fuego. Y como
reza el titular de este escrito, puede ser un buen punto de partida.
Juan Morillo
Castro
(5 de Abril de
2016)
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