Juan
Requejo Liberal *
La
economía de Conil está maldita. Dos meses de trabajo intenso y en condiciones
duras y diez meses de largo invierno en el que hay muy poca actividad turística
y mucho paro. Hay quién no lo ve de esta forma; hay quién piensa que la
condición propia de Conil es la inactividad y que bendito verano que trae la
marabunta veraneante generando renta y trabajo, aunque hay que dormir pocas
horas y con tapones en los oídos. También está la cuestión del trabajo que
generan las huertas y los barcos de pesca.
La
respuesta a esta cuestión es el valor de los recursos, el atractivo de su
territorio. ¿Tiene Conil atractivo, tirón para atraer más turistas en primavera
y otoño dispuestos a gastar dinero en gastronomía local y en actividades?
Cualquier análisis concluye con una respuesta afirmativa. El clima es muy
bueno, los recursos naturales valiosos, el patrimonio cultural interesante y
expresivo, el paisaje original y emocionante. Es evidente que hay capacidad de
alojamiento y de restauración ociosa durante gran parte del año.
¿Dónde
está entonces el problema? ¿Es que no hay turistas en Europa interesados en un
viaje de estas características en primavera y otoño?
Los
fríos datos nos animan. En Europa hay millones de personas viajando en esas dos
anheladas temporadas. Y los viajes que hacen no son solo de corto recorrido.
Los alemanes por ejemplo, gastan de media 1.022 euros en sus viajes al
extranjero en su viaje principal, casi siempre en verano; pero es que en su
segundo o tercer viaje gastan 662 euros por persona. De Alemania salen unos
cuatro millones de personas en viajes cortos con destino España, los más
característicos de primavera y otoño.
¿Qué
hace falta para que se incremente de forma sensible la afluencia de extranjeros
deseosos de disfrutar Conil en las temporadas medias? Pues muy sencillo, no
conformarse. No quedarse en actitud de espera. Conseguir un nivel rentable de
llegadas es muy deseable y es posible, pero hay que esforzarse mucho. Hace falta
conformar productos atractivos para los alemanes y eso exige escucharles,
entenderles y hacer las cosas como a ellos les gusta. Hay que tener
explicaciones interesantes de nuestra forma de cultivar la tierra en la huerta
de Conil o contar la emocionante y culta historia de la pesca; hay que explicar
cómo son nuestras aves o nuestras costumbres, hay que darle toda la importancia
que tiene a la gastronomía, etc... y todo ello hacerlo con esmero, con buen
nivel de idioma, respetando el medio ambiente, con profesionalidad.
Y
hay que hacer lo mismo con los británicos, que también son muchos viajando,
pero quieren las cosas un poco distintas. Cada nacionalidad tiene sus gustos,
sus preferencias. Pero para todos ellos es crucial la vitalidad del Casco
Histórico. Si vienen a Conil en el mes de abril no se pueden encontrar con un
pueblo abandonado, tienen que poder respirar la vida de la calle del sur. El
colorido, las conversaciones, el espíritu bullanguero y las amabilidades
flotantes.
El
turista que viaja en esas temporadas tiene más intereses que el buen clima y el
paisaje contemplativo del mar. Está interesado en nuestra sociedad. Y a nuestra
sociedad le interesa enormemente que ellos vengan. Si no esperamos en actitud
conformista el regreso del próximo verano hay premio.
Cientos de jóvenes podrían estar trabajando y consolidando su profesión y su
madurez, podrían permitirse hacer planes familiares y desarrollar su
emancipación. Muchas huertas y los pescadores podrían valorizar mejor sus
productos.
Yo
puedo atestiguarlo, porque lo conozco, en Conil hay mucho talento, y muchas
personas innovadoras, pero para que florezcan las iniciativas hay que erradicar
el conformismo y la complacencia.
Marzo
de 2016
* Juan Requejo Liberal es geógrafo y economista
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