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jueves, 7 de abril de 2016

Punto de partida


 EN EL PRINCIPIO FUE… EL AZAR

Desde el chispazo de la vida, todos los organismos se han ido estableciendo (evolución, adaptación) guardando un orden con el mundo mineral y químico (suelos, aguas, climas,…), con los microorganismos (bacterias, hongos,…) y con la situación de la Tierra en el Universo (movimientos de rotación, translación, gravitación, órbitas, meteoritos,...). Aparenta un equilibrio fortuito, frágil, continuo e impredecible, que transcurre en millones de años.  

Todo este proceso, con códigos que desconocemos en gran medida, hasta la llegada de las ciencias, únicamente se explicaba (y aún continúa) con dioses y fuerzas superiores (mitologías, religiones,…).

Yo deseo, pienso y creo que somos átomos de estrellas y a ellas volveremos en un viaje, en una odisea misteriosa.

 El origen de la especie humana y su evolución han alterado, y cada vez con más capacidad, este vulnerable equilibrio.

Transitamos, a través del tiempo, las fases de manada, clan, tribu, ciudades, naciones…. con diferentes comportamientos: lucha por el territorio, alianzas, esclavitud, genocidios… Y guerras, guerras y continuamente guerras. Por religiones, por fronteras, por los recursos… Guerras que deciden unos pocos (en beneficio propio)  para sufrimiento del resto de las personas y demás seres vivos (animales y plantas). Y con las armas actuales, también del agua, del aire, del clima…

La evolución social, igualmente, ha tenido sus propios recorridos, discordantes en los distintos grupos humanos. En la actualidad, unos navegan hacia las estrellas (sociedades técnicamente desarrolladas) y otros, aún, no conocen la rueda (en la Amazonía).

Tenemos, en el subconsciente colectivo, la certeza de que somos, como especie, lo  más perfecto que ha creado la Naturaleza. Creo que nos hemos transformado en un cáncer, en una bomba descontrolada, en un cuerpo extraño que la afecta y enferma.

Debemos  conocer el diagnóstico y examinar las causas, buscar el tratamiento para su recuperación. O al menos para que no empeore de forma irrecuperable.



EN EL AHORA ES…. EL DESCONCIERTO

La lucha por la supervivencia de todas las especies, de todos los seres vivos, es instintiva y explicable desde la evolución; con un ritmo  asumible y capaz de mantener un equilibrio general. En un pulso para mantener la vida, la mejor existencia. La vida de cada ser es única, cada segundo es irrepetible.

Hasta que llegó la humanidad y mandó parar. Y pusimos  rumbo hacia nuestras apetencias, que no necesidades. Y así nacieron la avaricia (Afán de poseer muchas riquezas por el solo placer de atesorarlas sin compartirlas con nadie) y la envidia (Sentimiento de tristeza o enojo que experimenta la persona que no tiene o desearía tener para sí sola algo que otra posee). Y de esta mezcla surgió la estupidez (Torpeza y lentitud notable para comprender lo importante).

Esta estupidez suicida se manifiesta en muchos actos, a veces colectivos, y, en otras, individuales. Ambos iguales de irresponsables y peligrosos y a  los que hay que dar respuestas.

La supervivencia de nuestra especie, compartida con los demás seres, se puede y debe asegurar con políticas económicas globales, sabias, justas y sostenibles (energéticas, alimentarias, productivas, poblacionales…) y hábitos sociales positivos (en consumo, sobre todo).  Contra la estupidez: educación y ejemplos. Contra la avaricia, leyes justas. Y contra la envidia, compasión.

        No será fácil ni rápido. Nos enfrentamos a molinos gigantes en esta quijotesca ofensiva por salvar nuestro planeta. El mundo se estremece en manos de psicópatas (sin empatías ni sentimientos sociales positivos), que dirigen la banca, empresas, organismos internacionales,… y que intentan (con bastante éxito) influir en  los gobiernos (educación, sanidad, energía, fiscalidad,…). Sólo para defender sus intereses, que son insostenibles e irracionales. Donde la globalización va dinamitando los leves intentos de poner coto a este atraco demencial.

La explosión demográfica y la gran complejidad del mundo actual dificultan  tomar decisiones globales.

En el otro lado de la balanza tenemos culturas, ciencias, comunicación, tecnologías, inteligencias, conocimientos, sentimientos, instinto, curiosidad…

Si hemos sido capaces de crear la música, la literatura, las artes plásticas, la política, el derecho, la medicina, la gastronomía, el humor… es que algo funciona. Una parte del camino va en buena dirección. El chispazo original aún destella. Intentarlo es parte de nuestra evolución.



        EN EL DESPUÉS….    LA INCERTIDUMBRE

La primera conquista de la mujer (o del hombre ¡vete a saber!) fue el fuego. Y a su luz y calor nació la palabra. El susurro del viento, el rumor del bosque, el latido de los animales fueron testigos de este prodigio. Con la palabra nacieron las ideas. Las buenas y las malas.

Y la palabra es el arma más poderosa, porque no mata, sino transforma, convence, hace dudar y nos bulle por dentro. Con las palabras ordenadas, precisas, oportunas podemos transmitir la luz y el calor del fuego primigenio que les dio vida. Podemos intentar que nuestro espíritu original, que nuestra conexión con la Naturaleza se restaure y fluya en esa armonía maravillosa.

“Piensa global y actúa local”. Este lema me enganchó. Me obligó a utilizar la palabra. En este escrito he intentado ser ordenado, preciso y oportuno con las palabras para que mi pensamiento global tenga cuerpo. Es una declaración de amor a la Naturaleza. Una pasión que sólo tiene futuro si es contagiosa. Y en esas estoy.

Bueno, ahora nos queda el “actúa local”. Este actúa puede ser individual, entregado, vehemente. Es necesario e imprescindible, pero no suficiente. Nos tenemos que organizar, compartir, estudiar, ayudarnos, luchar, sentarnos junto a algún fuego.  Y como reza el titular de este escrito, puede ser un buen punto de partida.



Juan Morillo Castro

(5 de Abril de 2016)



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